lunes, 6 de abril de 2009

ALIMENTACIÓN Y REMEDIOS AYURVÉDICOS


La naturaleza de la alimentación tiene un lugar determinante en todo tratamiento ayurvédico, porque constituye el aporte cotidiano según el cual el cuerpo se construye y se destruye; debe adaptarse a las estaciones, al lugar y a los temperamentos.
Debe ocurrir lo mismo con las drogas, más eficaces si sus propiedades psíquicas o físicas fueran transformadas. Algunos aceites medicinales fueron cocidos mil veces, y la manteca clarificada permitía un tratamiento de cien años. Los hombres sabían entonces qué era la duración. Hoy, las drogas utilizadas por la medicina ayurvédica son vegetales, animales y minerales.
Entre las drogas vegetales, utilizan las hojas, las raíces, las flores, los frutos, las gomas o la corteza del hermano, de la acacia, etc., o bien de plantas más pequeñas, hojas o raíces, o hierbas. Entre las drogas animales, están la carne, los pelos, los cascos, los excrementos o los huesos de elefante, del camello, del león, del tigre, del lobo, de los reptiles o de insectos, los excrementos, los pelos y las uñas del hombre. Las drogas minerales comprenden metales (oro, plata, zinc, cobre, hierro), metaloides (arsénico y antimonio), piedras preciosas (esmeralda, zafiro, rubí). De hecho, todo el abanico de la acción farmacéutica está abarcado por esta farmacopea.
Algunas drogas, del conocido Instituto de Medicina tropical de Calcuta, dan lugar hoy a preparaciones farmacéuticas que como nuestros medicamentos sintéticos son armas de precisión contra la enfermedad. Difieren de los nuestros, sin embargo, en que nunca son nocivos y jamás destruyen el terreno sobre el que actúan, cosa que a menudo ocurre con nuestros medicamentos químicos.
Pero esa "conquista", importante desde el punto de vista terapéutico, tendría un valor ínfimo si no nos recordasen los grandes temas metafísicos en los que se basan esas medicinas.
Estos temas nos invita a no querer "conquistar" o "dominar" a la naturaleza, sino a colaborar con ella, a adoptar sus ritmos y a hacernos amigos. Indican, en todo caso, la profundidad en que los pensamientos occidental y oriental deben aceptar confrontarse, si quieren dar nacimiento al hombre universal que cada uno siente crecer en sí.

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